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El artista como incitador. El caso Prelinger y el caso Goldsmith.

Nacho Rodríguez Domínguez

“[…] tienes que ser realmente alguien antes de poder compartir lo que eres.”1

 

 

Con la llegada de la web 2.0, a mediados de la primera década de este siglo, una nueva situación tecnológica global transformó las dinámicas de un modelo de Internet cuyas posibilidades no habían estado sujetas —hasta entonces— a una dialéctica online/offline. La irrupción de nuevas tecnologías de conexión que facilitaban un Internet más rápido y accesible; el lanzamiento de sofisticados dispositivos móviles que permitían una interacción en tiempo real; y el desarrollo de aplicaciones de estructura social constructoras de una nueva comunidad, terminaron por inaugurar un era de convergencia total en el medio Internet. Con la oposición binaria online/offline no pretendemos confundir a un lector que esclarece sin problema aquello que está “en línea” frente a lo que está “fuera de línea”. Con esto, no deseamos generar un pensamiento dualista desde esta confrontación, sino todo lo contrario. Consideramos que visualizar una vida online/offline supone repensar esta contemporaneidad como una realidad mixta: una vida que lejos de discriminar espacios, experiencias o percepciones reales/virtuales, promueve la interacción de situaciones que se infectan, se contaminan, se hibridan en favor de una  sola realidad expandida, como bien aclara Simón Marchán, “coexistiendo las dos modalidades de existencia y las dos sensibilidades […] En esta coexistencia si, por un lado, lo real se está virtualizando a medida que se desrealiza, también podemos afirmar en sentido contrario que lo virtual renegocia de continuo con lo real.”2

 

En este proceso de confluencia de “realidades”, todo el entramado que sustenta el sistema en el que estamos hoy inmersos —con su compleja dimensión política, económica y socio-cultural— se fue incorporando full time a las nuevas lógicas impuestas por el paradigma 2.0. De esta forma, y en poco más de una década, el mundo ha devenido “en conexión”, en un continuum online, donde cualquier acontecimiento, más o menos relevante, es mediado naturalmente por y en la red. En este devenir online, la condición Internet ya ha dejado de ser una posibilidad y “ha comenzado a moverse fuera de línea”3. El medio se ha hecho indistinguible, un manto de datos invisible que ya todo lo cubre, todo lo atraviesa, todo lo afecta, todo lo media: Internet y vida.

 

Sin embargo, el fenómeno de la conectividad —como símbolo de una sociedad global, libre y democrática— se ha visto desdibujado en favor de los intereses de las grandes corporaciones digitales que han transformado estas cualidades en una nueva forma de capital. Un proceso de homogenización social y estética que, aprovechando este momento de celebración social de Internet, introduce atractivas herramientas y contenidos débiles para el control y vigilancia de los datos que genera la actividad de cada sujeto en la red; en definitiva, y en palabras de Jaron Lanier, del rebaño digital4. No obstante, el fuerte sentido de pertenencia a esta nueva comunidad online/offline va a generar su particular resistencia, estableciendo una nueva forma de antropología de colaboración, comprometida y solidaria, paralela a los sistemas dominantes.

 

 Llegados a este punto, vamos a reflexionar a lo largo de estas páginas sobre aquellos desinteresados comportamientos sociales en relación con la práctica artística. Desde sus orígenes, el arte de Internet va a tratar de incorporar esta pulsión comunal a sus discursos y formalizaciones, involucrándose —desde el interior de la comunidad—  como incitador con la dotación de herramientas de producción y colaboración, transformadoras en un espacio público bífido de pensamiento compartido.

 

 

Comunidades desinteresadas. El don digital

 

No obstante, y más allá de las políticas totalitaristas cibernéticas, no podemos dejar de pensar que detrás de cada click, de cada like o de cada share, hay personas, sujetos que fluyen por la red, que se buscan, que hacen comunidad. Basta observar la infinidad de microacciones que transparentan la voluntad de los usuarios en comunidad por estrechar lazos de relación a través de prácticas colaborativas de producciones simbólicas —de haceres y saberes— compartidas de manera absolutamente desinteresada: un potlach digital. Esta tendencia social a la colaboración, nos lleva a repensar a Mauss, quien describió desde la antropología el concepto del don, o aquella actividad primitiva inherente a los grupos humanos por construir comunidad. Esta práctica basada en el intercambio de bienes de forma recíproca se basa en un sistema de prestaciones sociales de «carácter voluntario, por así decirlo, aparentemente libre y gratuito.»5 De esta forma, las dinámicas de intercambio y compartición en Internet basadas en el procomún, o lo que es lo mismo, la pertenencia, protección y gestión del bien común por una cultura libre, son el verdadero activo de una comunidad solidaria cuya plusvalía principal es la de compartir. La cultura open source6, las wikis7, el concepto DYS8 o las redes P2P9 ejemplarizan el paradigma colaborativo de la multitud web 2.0. Estas formas de comunidad online representan el espíritu activista por preservar y compartir conocimiento — a través de acciones colaborativas de intercambio de experiencias— que, al margen de los intereses capitalistas digitales, proporcione un beneficio simbólico “real” a cada uno de los miembros de la comunidad.

Es evidente que son muchos los actores que intervienen en favor de estas dinámicas sociales de intercambio; a través, por ejemplo, de contenidos blog y microblogging de  usuarios anónimos, acciones desinteresadas de programadores —y otros agentes vinculados al desarrollo de nuevas tecnologías— que liberan TIC10 para su uso libre en la comunidad, o la intervención de hackers a través de acciones protesta que ponen en circulación material informacional sometido a leyes de protección. Sin embargo, quisiéramos centrarnos particularmente en la práctica artística y en el papel que el artista online/offline desempeña en relación a aquellas actividades colaborativas de producción de medios que tematizan Internet.

 

 

El usuario como productor / el autor como incitador

 

A lo largo del siglo pasado diferentes movimientos de vanguardia centraron parte de sus discursos en los conceptos: arte y vida. Bajo este presupuesto, el artista rompía con ciertas genealogías verticales asociadas al mundo de la creación artística para, finalmente, insertarse en el contexto social como conector de un arte que tenía un sentido “real” y transformador.

 

En 1934, Walter Benjamin publica el ensayo “El autor como productor”, catalizando desde la literatura el paradigma social de la trasformación de la cultura respecto a la producción y consumo de medios,  y el nuevo papel del artista en este contexto. A partir de esto, Benjamin se preguntará sobre las relaciones de producción de una época y la posición de la obra de arte respecto a ésta, reclamando la necesidad de un artista desligado de los parámetros de belleza y consumo impuestos por las industrias culturales. El autor, como un actor más dentro del tejido social y consciente de las problemáticas que ahí acontecen, adopta un nuevo papel revolucionario: el de un activador que «incite consumidores en convertirse en productores […] que lectores y espectadores se conviertan en colaboradores.»11 Benjamin encuentra en ciertos movimientos de vanguardia esta nueva disposición del artista; y más concretamente, en la figura de Bertolt Brecht y sus teorías sobre el medio radiofónico y el teatro épico, que abogaban por las comunidades productoras de medios.

 

Sin embargo, con la llegada de Internet en la última década del S.XX, las posibilidades sociales se expanden hacia otra realidad, y por consiguiente, también los discursos del arte, que se verán involucrados en contextos creativos inexplorados. A comienzos de los años 90,  los pioneros del net.art fueron los primeros artistas en experimentar con la Red, advirtiendo de las grandes posibilidades sociales y creativas en la primera época de Internet aun con las evidentes limitaciones del medio en ese entonces —ya que las primeras tecnologías exigían ciertos conocimientos especializados, destinando al usuario el desempeño de un papel con pocas posibilidades para interactuar—, asumiendo las carencias tecnológicas de un Internet con lenta velocidad de conexión o dispositivos móviles poco idóneos para una interacción en tiempo real. Además, el discurso del primer net.art se enfocaba exclusivamente en el contexto Internet, lo que mantenía a sus artistas centrados en la exploración de sus nuevas posibilidades y, por tanto, despreocupados de la contingencia del medio en el espacio público “real”.

 

 A pesar de esto, relevantes net.artistas marcaron —dentro del contexto de la web 1.0— los precedentes de un arte de Internet que poco más tarde no diferenciaría espacios conectados o desconectados, comprendiendo la necesidad de sobrepasar las fronteras digitales y sus posibilidades transformadoras en un doble espacio público indiferenciado. A mediados de los años 90, el artivista Heath Bunting (Reino Unido, 1966) funda  el proyecto Irational.org12en colaboración con otros artistas como Daniel G. Andujar (España, 1966), con el propósito de evidenciar —desde la práctica artística/activista— las emergentes políticas capitalistas digitales y su decodificación en el espacio público. Siguiendo esta misma línea de trabajo, la artista digital y una de las pioneras del net.art Natalie Bookchin (Nueva York, 1962) trata de conciliar espacios en Street Action on the superhighway13,  proyecto del año 2000 que consistía en “una serie de eventos live/net y conversaciones públicas sobre los (relativos) nuevos espacios entre el arte y el activismo y entre las calles y la red.”14

 

No obstante, poco tiempo después y ya entrado el nuevo milenio, irrumpen con fuerza las nuevas tecnologías de conexión y portabilidad en tiempo real, inaugurando el denominado Internet de las redes sociales, transformando y expandiendo las dinámicas de la comunidad en la Red. A partir de ahora, cualquier actividad política, económica, social o cultural, transciende su dimensión online, afectando en tiempo real las situaciones y experiencias que se desarrollan en la vida offline. Por ejemplo, los efectos que supuso la confluencia de estas dos realidades en el desarrollo de movimientos sociales, como los acontecidos en la Primavera árabe15 o  en el movimiento 15-M16 constatan un nuevo panorama sociopolítico que desdibuja fronteras dualistas, y consensua “realidades” en favor de una comunidad online/offline interventora y comprometida.

 

De esta forma, una parte del arte de Internet en consonancia con esta interesante irrupción social activa, reactualizada sus discursos y prácticas, planteando nuevas formas de hacer un arte político y comprometido en y con la comunidad. Visto de este modo, las prácticas artísticas online/offline reactualizan el pensamiento crítico de los intelectuales de las vanguardias, que ya vislumbraron las posibilidades sociales y políticas que el progreso y sus tecnologías, junto con la intermediación de los artistas, podrían provocar en la comunidad.

Sin duda, Benjamin y Bercht no imaginaron un medio de producción tecnológico de tal naturaleza como es la Red, ni de cómo sus discursos reconectaron con el pensamiento de la cultura_RAM. Sin embargo, las extraordinarias posibilidades de producción de medios de la comunidad digital —ahora centradas  en la figura del prosumer17— continúan ensombrecidas por las agresivas propuestas capitalistas de contemplación y distracción digital aún más potentes y complejas, lo que nos lleva a repensar las políticas del rol del autor en la segunda época de Internet.

 

 

Incitadores de la comunidad digital. El caso Prelinger y el caso Goldsmith

 

“Cultura_RAM significa: que la energía simbólica que moviliza la cultura está empezando a dejar de tener un carácter primordialmente rememorante, recuperador, para derivarse a una dirección productiva, relacional”.18  De esta manera, Brea define la nueva situación de la cultura cuya preservación ya no se basa en la memoria archivo —aquella soportada históricamente en el pedestal del museo y el monumento, aquella memoria inaccesible que se apreciaba a través de una vitrina —, sino en una memoria de procesamiento, aquella inscrita en las dinámicas de la máquina y sus procesos algorítmicos, aquella memoria accesible a través de la pantalla. Una memoria que "[…] se dispersa y clona en todas las direcciones, se reproduce y distribuye vírica a toda su red de lugares, difundida como onda y eco, deslocalizada en una multiplicidad de no-lugares, hacia los que fluye (y desde los que refluye) activamente y en tiempo real, y con la misma lógica de lo vivo."19

 

Según Deleuze “[…] no se vive de la misma manera lo que ya no se archiva de la misma manera”20, lo que nos lleva a repensar la nueva memoria de la cultura digital, su carácter vivo y procesual, así como sus nuevas formas de producción y gestión. De esta forma, Internet —como contenedor entrópico de la nueva memoria— se presenta como un inmenso y disponible museo de conocimiento de carácter exponencial y en continua expansión; un espacio de información ubicua que fluye desjerarquizada, descatalogada, desarchivada: en la era de Internet la memoria no se almacena; se convoca, se consume y se desecha. Sin embargo, en este contexto anarchivista donde se desenvuelve la comunidad digital, surgen ciertos actores vinculados al campo del arte online/offline preocupados por recuperar, conservar y compartir memoria en favor de una nueva antropología digital.

 

 A partir de este momento, y en base al discurso del presente texto,  vamos a exponer dos casos de estudio, a través de los cuales queremos constatar cómo la práctica artística y la actividad didáctica se hibridan para ejercer su particular resistencia por preservar y compartir conocimiento. De acuerdo con esto, disponer de la memoria digital como herramienta creativa, accesible, procesual y reutilizable, supone una nueva forma de producción que trabaja en coherencia con las lógicas de la Cultura_RAM, las comunidades de producción de medios digitales y la práctica artística-colaborativa del remix.

 

 

El caso Prelinger

 

El cineasta y coleccionista Rick Prelinger (EEUU, 1953) encarna a la perfección la figura de lo que podría ser un nuevo arqueólogo del archivo digital. Prelinger basa su discurso en una nueva ecología del archivo cuya condición indispensable es la acción de la comunidad digital, que a partir de procesos colaborativos, apropiacionistas y post-productivos basados en el remix, deviene en una nueva forma de hacer y compartir cultura. Ahora no se trata de preservar la cultura en un museo-mausoleo, sino de ponerla a disposición de la comunidad en un ejercicio creativo de resignificaciones para ponerla de nuevo a circular.

 

En los intersticios del paso de la cultura analógica a la digital, Prelinger funda en 1983 los Prelinger Archives21, un fondo de colección online de lo que el cineasta denomina: “películas efímeras”. Filmaciones caseras, anuncios promocionales, documentales educativos de la cultura norteamericana —de los años 60 y 70— condenados a desaparecer, recuperaban la riqueza de un imaginario visual desde otras perspectivas cinematográficas menores. En este caso, la labor del coleccionista consistió en recuperar este material fílmico y volcarlo en Internet para su libre uso y preservación. Uno de los aspectos más interesantes de este proyecto es el llamamiento de Prelinger para que cualquier usuario disponga de este material facilitando su descarga y reutilización. De esta forma, Prelinger libera un inmenso repositorio de más de 60.000 películas de forma gratuita, sin copyright, sin quedar sujeto a ningún otro modelo de propiedad intelectual, para el propio beneficio de la comunidad en nombre del dominio público.

 

Con esta particular posición activista respecto al archivo —y en coherencia con esta forma de entender la cultura digital y su libre producción y distribución— el proyecto Prelinger Archive se circunscribe  a su vez en un proyecto web de mayor envergadura llamado Internet Archive22, que se presenta como “una biblioteca digital sin fines de lucro que ofrece acceso universal y gratuito a libros, películas y música, así como a 305 millones de páginas web archivadas”. Este inmenso repositorio se ha especializado en la recuperación de todo tipo de material multimedia como textos, audios, videos y otros artefactos digitales clasificados por diferentes áreas temáticas. De esta forma, el usuario puede acceder, entre otras cosas, a diferentes softwares obsoletos que no han soportado los updates de una tecnología en constante actualización, o visitar a través de la herramienta Wayback Machine23una inmensa base de datos que contiene más de trescientos cinco billones  de copias de páginas webs descatalogadas que pueden ser revisitadas. En este caso, el usuario ejerce un doble papel: por un lado, como espectador, accediendo y navegando cronológicamente por webs del pasado; y por otro, como archivador, colaborando en la construcción de una particular efeméride de Internet al poder subir sus propias capturas webs y archivarlas en beneficio de la comunidad dentro de esta interminable biblioteca.

Como hemos podido observar, a partir de este ambicioso proyecto, Prelinger se convierte en un incitador cultural que no solo comparte conocimiento, sino que también provoca la contribución de la comunidad digital para estimular la producción de conocimiento en coherencia con esta forma de hacer cultura online/offline.

 

 

El caso Goldsmith

 

Repensando el proceso utópico-antropológico de Prelinger, inclinado a preservar la cultura Internet en favor de un procomún, nos encontramos con una propuesta similar de la mano del poeta y crítico literario Kenneth Goldsmith (Nueva York, 1961). El polifacético artista “no-creativo” prefiere pensadores antes que lectores, centrando su interés en Internet, contemplándolo como el único espacio creativo contemporáneo. Goldsmith reinterpreta el rupturismo y transgresión de las vanguardias, cuestionando la figura del autor, la propiedad intelectual y el plagio, la obra original,  las prácticas apropiacionistas o la estética del collage ahora reencarnada en la cultura del remix, proponiendo de esta forma un reboot de las prácticas (artísticas) colaborativas en un nuevo espacio de creación online/offline.

 

En 2013, dentro del contexto de la galería Labor de México, Goldsmith realiza una instalación performativa con el proyecto Printing Out Internet en homenaje al activista Aaron Swart24. Este proyecto crowdsourcing consistía en inundar la galería de toneladas de papel impreso con diferentes contenidos web enviados a la galería mediante correo electrónico por más de seiscientos colaboradores anónimos. A través de esta polémica “escultura social”, Goldsmith no pretendía imprimir una entidad informacional viva e inmensurable que crece exponencialmente, sino materializar simbólicamente la web para generar pensamiento en el espectador, transformando poéticamente en objeto la infoxicación que supone Internet y la capitalización de la cultura digital.

 

En la misma línea de trabajo que Prelinger, Goldsmith funda en 1996 UbuWeb25, una interesante herramienta educativa de acceso libre y gratuito que reúne una gran colección  de material multimedia dedicada a las vanguardias artísticas.

 

La mejor manera de entender el mundo digital es a través de las estrategias modernistas. Internet no es otra cosa que surrealismo. Esos precedentes son realmente importantes para entender la naturaleza disyuntiva, fragmentaria, onírica de la Red. O si pensamos en multiplicidad, el cubismo es perfecto, porque eran los ojos de la multitud mirando un objeto desde cientos de perspectivas, como hoy los contenidos Wikipedia creados de forma colectiva.26

 

 En definitiva, Goldsmith pone en circulación una interesante documentación al servicio de la comunidad digital artística y educativa, y de todo usuario que aprecie su contenido. Sin embargo a este site siempre le ha acompañado la polémica por las problemáticas copyright que suscita este amplio repositorio y que pone en desacuerdo a muchos de los artistas ahí representados. A diferencia del archivo Prelinger, que trabaja con materiales libres de propiedad intelectual y que permite sin problemas su descarga directa, UbuWeb juega con los límites legales de la propiedad intelectual dentro de una interfaz que permite solo la reproducción de los archivos que ahí se exponen pero no su descarga. De esta forma, Goldsmith juega con la conservación de estos documentos online y su fácil ripeado, estableciendo así un discurso sobre la fragilidad de la propiedad intelectual en la cultura digital y el replanteamiento de nuevas formas libres de producción y difusión online.

 

Por otro lado, y en coherencia con esa visión particular que supone reapropiarse de la web y transformarla como forma de crítica y estética,  Goldsmith traslada su proyecto artístico a su faceta como educador. En 2015, el poeta presenta por primera vez el curso-taller Wasting Time On The Internet en la Universidad de Pensilvania, una clase-deriva online/offline de tres horas de duración donde un grupo de alumnos experimentan lo que supone navegar creativamente en la web a través de una experiencia colectiva, creativa y colaborativa. Partiendo de la idea de que nuestro historial de navegación es nuestra nueva memoria,  Goldsmith plantea su polémica clase a partir del remix de diferentes prácticas artísticas relacionadas con ciertos movimientos de las vanguardias del XX —como el dadaísmo, el surrealismo, el futurismo, el arte conceptual o el situacionismo—y puestos en relación con la cultura Internet. Para asistir a la clase Wasting Time On The Internet es fundamental que los alumnos lleven sus ordenadores, tablets o smartphones y estén dispuestos a colaborar activamente en los ejercicios propuestos, siendo conscientes de que perderán el control de sus dispositivos  en muchos momentos pero también de que a cambio podrán apropiarse del de los otros para intervenirlos y resignificarlos.

 

Cadáveres exquisitos web, acciones performativas en el Facebook del compañero, détournements online/offline, procesos de escritura automática en blogs o en foros de gran concurrencia, producir ready-mades a partir de artefactos digitales, escuchar el silencio del ruido cuando todo el mundo pincha a un tiempo el mismo mashup, etc. De acuerdo con esto, “la gran cantidad de lenguaje web es una materia prima perfecta para la literatura. Es disyuntiva, comprimida, descontextualizada, fácil para hacer corta y pega, y lo más importante, archivable y muy fácil para ser reensamblada en obra de arte.”27

 

En definitiva, con estos ejercicios, Goldsmith adopta un papel de docente poco convencional, transformándose en un incitador a la colaboración que —a través del humor y la creatividad— busca generar una ruptura, una desautomatización de las dinámicas individualistas y estéticas homogeneizadas, impuestas por el capitalismo 2.0 para generar herramientas creativas de pensamiento crítico compartidas y vividas en y con la comunidad.

 

 

¡Viva el Remixismo!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas

 

(1)Jaron Lanier: Contra el rebaño digital, Debate, Barcelona 2014, p.11.

(2)Simón Marchán: Entre el retorno de lo real y la inmersión en lo virtual. Consideraciones desde la estética y las prácticas del arte, p.54, en Simón Marchán (Comp.): Real/virtual en la estética y la teoría de las artes, Ediciones Paidós, Barcelona 2006.

(3)Steyerl, Hito. “Too Much World: Is the Internet Dead?” e-flux journal 49 (2013), accessed April 3, 2016, http://www.e-flux.com/journal/too-much-world-is-the-internet-dead.

(4)Expresión utilizada por el escritor e informático Jaron Lanier para señalar una sociedad digital dúctil, obediente y alienada en Jaron Lanier : Contra el rebaño digital, Random House Mondadori, Barcelona 2014.

(5)Marcel Mauss: Sociología y antropología, Editorial Tecnos, Madrid 1979, p.157.

(6)https://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%B3digo_abierto

(7)https://es.wikipedia.org/wiki/Wiki

(8)https://es.wikipedia.org/wiki/H%C3%A1galo_usted_mismo

(9)https://es.wikipedia.org/wiki/Peer-to-peer

(10)Siglas que denominan Tecnologías de la Información y la Comunicación

(11)Walter Benjamin: El autor como productor., Casimiro, Madrid 2015, p.29.

(12)http://www.irational.org/

(13)http://atc.berkeley.edu/bio/Natalie_Bookchin/

(14)Natalie Bookchin, Street Action On The Superhighway, Nettime.org (blog), 6 de noviembre de 2000, https://nettime.org/Lists-Archives/nettime-bold-0011/msg00125.html (Traducción propia)

(15)https://es.wikipedia.org/wiki/Primavera_%C3%81rabe

(16)https://es.wikipedia.org/wiki/Movimiento_15-M

(17)Acrónimo formado por las palabras inglesas producer (productor) y consumer (consumidor). Ver en https://es.wikipedia.org/wiki/Prosumidor

(18)José Lui Brea: Cultura_RAM. Mutaciones de la cultura en la era de su distribución electrónica, Gedisa, Barcelona 2007, p.13.

(19)Ibid.

(20)Jaques Derrida: Mal de archivo. Una impresión Freudiana, Ediciones Trotta, Madrid 1997, p.26.

(21)https://archive.org/details/prelinger

(22)https://archive.org/

(23)https://archive.org/web/

(24)En 2013 el prometedor programador y activista político Aaron Swart (1986-2013) se quitaba la vida después de ser acusado por la fiscalía federal  a 35 años de prisión por fraude en línea,  entre otras acusaciones, por  la descarga de miles de documentos académicos desde JSTOR a través de una cuenta del MIT para posteriormente liberarlos en Internet. Ver en https://es.wikipedia.org/wiki/Aaron_Swartz

(25)http://www.ubuweb.com/

(26)Entrevista para el periódico El País: Kenneth Goldsmith: “Internet es surrealismo”. Andrea Aguilar, 17 de enero de 2016. En https://elpais.com/cultura/2016/01/15/actualidad/1452859643_980398.html

(27)Kenneth Goldsmith: Wasting time on the Internet, Harper Perennial, New York 2016, p. 81. (Traducción propia).

 

 

 

Bibliografía

 

Brea, J.L. (2007). Cultura_RAM. Mutaciones de la cultura en la era de su distribución electrónica. Barcelona: Gedisa.

Benjamin, W. (2015). El autor como productor. Madrid: Casimiro.

Derrida, J. (1997). Mal de archivo. Una impresión Freudiana. Madrid: Ediciones Trotta.

Goldsmith, K. (2016). Wasting Time On The Internet. New York: Harper Perennial.

Lanier, J. (2014). Contra el rebaño digital. Barcelona: Debate.

Marchán, S. (Comp.) (2006). Real/virtual en la estética y la teoría de las artes. Barcelona: Ediciones Paidós.

Mauss, M. (1979). Sociología y antropología. Madrid: Editorial Tecnos.

Steyerl, Hito. (Noviembre de 2013). Too Much World: Is the Internet Dead? Revista e-flux, nº49. Recuperado de http://www.e-flux.com/journal/49/60004/too-much-world-is-the-internet-dead/

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